Cuando a veces converso sobre la originalidad que tuvieron los Beatles dentro del mundo pop/rock musical, nunca dejo de mencionar la influencia que ellos tuvieron de la música académica contemporánea. Un pequeño y claro ejemplo: la canción “A day in the Life” contiene dos veces, un pequeño puente que es escuchado de manera ‘sinfónica’, es decir, una orquesta anuncia la segunda sección y el final de la canción. Si escuchamos detenidamente lo que sucede, es realmente sobresaliente ese efecto de glissando masivo. Los Beatles convocaron a músicos de la London Symphony Orchestra para esta grabación – de más está mencionar el gran nivel de estos músicos acostumbrados a tocar obras de toda época. Aún así, ellos confesaron su asombro al recibir la partitura, que era en realidad la traducción de una indicación: tocar la nota más grave, y llegar poco a poco a la nota más aguda posible. Sencillo. Y el efecto, mágico. Un perfecto ejemplo del buen empleo de una idea moderna, en esta caso, dentro de una canción ‘pop’. Y el resultado es y ha sido apreciado por cientos de miles de personas. Los Beatles estaban abiertos a lo que sucedía en su entorno, y supieron utilizarlo de una manera inteligente que alcanzó a una gran masa en el mundo que apreció su labor creativa.
Para llegar a esos momentos en la historia en donde algo ‘nuevo’ puede ser aceptado por colegas y la sociedad, muchas cosas deben suceder. Durante los años 60, muchas experimentaciones sucedieron en el mundo musical. Pero esas experimentaciones fueron necesarias, ya que de toda esa orgía que envolvieron ideas bastante descabelladas (viene a mi mente La Monte Young), surgió, provocó, arrogó algo más aceptable, productivo, algo que muchos otros compositores encontraron como potencial. La vasta obra de John Cage es más apreciada a un nivel ideal, intelectual, que sonoro en sí. No critico sus obras – las cuales admiro – y muchos músicos y artistas se han influenciado fuertemente por las ideas esta gran figura musical del siglo XX. En su tiempo, Cage fue severamente criticado, pero él tuvo que suceder para abrir más caminos en la música. Nos propuso una manera diferente de escuchar y experimentar la música, y quizás esto esté plasmado en esta brevísima repuesta que ofreciera:
¿Cuál es el propósito de esta música?
- No hay propósito. Sonidos...
Estoy convencido que todas esas ‘orgías musicales’ fueron muy importantes, y si determinadas obras recibieron acogida o rechazo en su época es por el elemental y lógico hecho que sucedieron, que se escucharon, más allá del si “son o no son” realmente malas - es más, la opinión que se tuvo de muchas de esas obras en su época, difiere mucho de lo que pensamos hoy en día de ellas. Incluso en sus propios momentos, compositores y sus obras pasaban de ser odiados a elogiados, como nos lo cuenta Béla Bartok, luego que Zoltan Kodaly fuera atacado severamente tras el estreno de dos cantos suyos:
“Por suerte, la cuestión Kodály no se decidirá aquí, en Hungría, sino en el exterior. Las obras de Kodaly aparecerán próximamente en la colección de una casa editoral vienesa. Pronto oiremos entonces la opinión de los extranjeros. Y por cierto, se repetirá el fenómeno singular a que hemos podido asistir recientemente, a propósito de otra “cuestión”: los señores que hoy vomitan insultos a plena voz se transformarán en mansos corderos, y aun, Dios me perdone – en fanáticos entusiastas”
Ningún compositor se da a conocer por presentar su biografía impresa en un papel - por más grande que paresca – si no por sus obras compuestas, interpretadas, grabadas e impresas. Esto me lleva a la otra cara de la moneda. ¿Que hubiese sido de la obra 4’33’’ de Cage si los pianistas de su entorno se hubiesen negado a ‘tocarla’? ¿O del concierto para viola de Bartok? ¿Y el concierto para violín de Ligeti? Ningún compositor se presenta a la sociedad si no hay intérpretes que caminen a la par con ellos. Sin músicos intrépidos, el elemental y lógico proceso de hacer música disminuiría, o no existiría (si quiero exagerar). Siempre ha sido así, y quizás la excepción sea la música electrónica, en donde el creador es además intérprete y director artístico a la vez. ¿Que hubiese sido de los cuartetos de cuerdas escritos por tantos buenos compositores, si los intérpretes hubiesen respondido con un “es muy difícil”, “eso no es música”, o un frívolo “no me gusta la música contemporánea”?
Cada intérprete tiene preferencias, eso es aceptablemente normal. Pero las preferencias no destierran algo distinto, no puede bloquear la idea de interpretar algo que exige cosas diferentes. Cada vez que tengo la oportunidad de ver una partitura que me demanda algo nuevo, no dejo de mostrar mi excitación por interpretarla. Un reto, ¡una nueva aventura! Pero en este texto quiero ir un poco más allá.
Como intérprete, siento la responsabilidad de hacer escuchar las obras creadas en mi país a la par con cualquier otra obra universal, presente y pasada. ¿Cuál es la diferencia entre una obra compuesta en el Perú y otra en el extranjero? Hay que considerar que en el resto del mundo hay muchos, muchos compositores incapaces. ¿Por qué creer que una obra que proviene de Europa será mejor que una que ha sido compuesta al mismo tiempo en el Perú? Para poder responder esta gran pregunta, alguien debe tocar ambas obras a un buen nivel para que sean apreciadas. Aquí está mi punto: como intérpretes, debemos estar preparados física (técnica) y mentalmente (actitud) para poder interpretar cualquier obra, aunque esta diste de nuestros gustos y preferencias, y quizás agregar algo de énfasis en aquellas creadas en casa. Ese es mi ideal de un intérprete profesional, un músico que no tienes problemas o reparos en tocar el concierto para clarinete de Stamitz, Corigliano, Mozart o Carter. ¿Qué sucede entonces con tantos músicos que rechazan la música de hoy en día?
Para poder tocar bien la obra de Mozart hay que estudiar mucho, en breve, sumergirse en el estilo. Pero muy a menudo sucede que cuando un intérprete tiene al frente una obra nueva – la llamaré moderna - sólo toca las notas que están escritas en el papel. Ni siquiera se ha molestado en averiguar de donde proviene el compositor creador, o si ha escrito más música. ¿Les parece esto un buen síntoma? Claro está, no tienen la más mínima idea de la música que potencialmente encierra la partitura. Ante un juguete nuevo - a simple vista extraño, diferente - un niño no entiende o no ve su potencial de diversión, y quizás lo rechazará. Pero si alguien le explica cómo funciona el juguete y las múltiples posibilidades de divertirse con él, el niño disfrutará del mismo, y estoy seguro que cuando le regalen un juguete parecido, sabrá cómo sacarle provecho, basado en su feliz experiencia. Lo mismo sucede con la música contemporánea, y como niños, debemos tener la apertura para poder aceptar algo nuevo.
En el Perú, el esfuerzo por crear música no desmaya. ¿No creen que nuestros compositores se sentirían más alentados a perseverar en su pasión si saben que cuentan con nuestro apoyo incondicional? Para esto, debemos abrir nuestras mentes, pensar en grande y prepararnos. Ya que, si en el peor de los casos nuestro país está atravesando por una ‘orgía musical tardía’, esta es importante y necesaria - como ya expliqué anteriormente - para que las siguientes generaciones tomen lo mejor de nuestras aventuras sonoras. Yo, no quiero perderme de esta orgía.
1 comentario:
hola q tal me gusta esta pagina me gustaria pertenecer a su orgia de musica mi msn es:gospel199@hotmail.com
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