El pasado jueves 11 de Marzo falleció el compositor peruano Edgar Valcárcel a los 77 años de edad. Valcárcel fue uno de los compositores más importantes de nuestro país, de una reconocida solvencia técnica y grandes contribuciones a la vida musical peruana, la incursión de la vanguardia musical en Latinoamérica y la fusión de la música clásica occidental con la música andina.
La noticia ha sido publicada en los diarios El Peruano, El Comercio, Peru21 y Expreso. También los medios Radio Programas del Perú , Presencia Cultural y Agencia Andina de Noticias comentaron el hecho.
Lo fundamental sobre la perdida del maestro está dicho en los artículos enlazados en el párrafo anterior. Sólo quisiera añadir, desde mi experiencia personal en el medio musical peruano, algunos comentarios cuyo contenido quizás no esté incluído en las notas arriba señaladas.
La primera vez que ví al maestro fue dentro de unas clases de armonía y contrapunto en una escuela de música ubicada en Pueblo Libre. Me impresionó mucho su dominio del piano, tocaba de memoria pasajes de Bach o Chopin con frecuencia para ilustrar los ejemplos de sus exposiciones.
Unos meses después ingresé al Conservatorio Nacional de Música. Entonces conocí una faceta controversial del maestro. Valcárcel había sido el anterior director del Conservatorio, y su salida se había producido tras cuestionamientos a su desempeño por parte de una porción del personal de la institución. Al interior de un sector del Conservatorio había, en esos años, una actitud crítica al respecto del trabajo de Valcárcel como director. El maestro, por otra parte, se sentía dolido por los cuestionamientos, y mantuvo en adelante un distanciamiento con el Conservatorio.
Varios años después, ya concluidos mis estudios en el conservatorio, tuve la oportunidad de escribir un capítulo en un libro publicado en homenaje al compositor peruano César Bolaños, y por la naturaleza de ese trabajo aprendí mucho sobre la historia de la música clásica contemporánea en el Perú durante las decadas del 50, 60 y 70. Una figura recurrente en esa historia, un constante animador de su generación y generaciones posteriores es Edgar Valcárcel. Interprete, compositor, conferencista, productor, ensayista, investigador. El maestro desarrollo en algún momento actividad dentro de cada una de esas facetas, en un contexto en que la sociedad peruana se interesaba muy poco, o casi nada, por la producción de la llamada música académica. La contribución de Valcárcel ha sido grande e importante.
La última vez que ví al maestro fue durante un encuentro entre el y los jóvenes compositores peruanos organizado por Luca Belcastro, en el cual tomé la foto que se aprecia al inicio de esta nota. Gozaba de buen humor y aparente buena salud. En esta ocasión pude conocer mejor sus planteamientos al respecto de su trabajo y su relación con la sociedad peruana, y en particular la sociedad Limeña.
Edgar Valcárcel proviene de una familia prominente de Puno. En su juventud debe haber gozado de las mejores condiciones educativas y materiales a su alcance. Su llegada a Lima en la década de los 50s, en contraste, lo enfrenta al racismo y la marginación que hoy aun son características de nuestra sociedad, y que en la década del 50 tenía niveles mayores.
La obra de Edgar Válcarcel está impregnada por una constante afirmación de su identidad indígena. Las técnicas contemporáneas son usadas frecuentemente para plasmar una cierta aspereza y agresividad. Su música, quizás, ha sido una expresión de resistencia ante una sociedad que nunca lo aceptaría completamente, al margen de los logros profesionales, los reconocimientos internacionales, los homenajes recibidos. O quizás no. Me consta al menos, por su exposición en el encuentro mencionado, que vivía en una casa a medio construir en una de las zonas más exclusivas de Lima, que era hostigado por algunos de sus vecinos, que se sentía humillado por ello.
Y ahora que ya no está con nosotros ha llegado el momento de poner las cosas sobre la balanza. A lo largo de este texto he querido exponer mi impresión de Edgar Valcárcel como ser humano, incluyendo sus méritos pero también sus debilidades. Como cualquiera de nosotros, el maestro también estuvo expuesto a temores y equivocaciones, y el recuerdo de algunos de sus tropiezos pueden haber sido el subtexto de los sucesos de la semana pasada. Quizás ello sea expresión de nuestras propias debilidades. En todo caso, desde toda perspectiva llegaremos al mismo consenso: la obra de Edgar Válcarcel es una gran contribución a la cultura peruana. No sólo por sus composiciones, sino también por su espíritu de lucha, su perspectiva nacionalista, su deseo de vivir en una sociedad más justa.
Por el trabajo realizado, y por su guía para construir un Perú mejor, mil gracias, maestro Válcarcel.
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